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Así es, amigo poeta,
es como tallar la piedra;
suavizamos sus aristas,
transformando su apariencia,
dándole forma a su amorfa
y rústica naturaleza,
hasta que brota lo real
y puedes verle las venas.
Nuestra pluma va tallando:
rostro, manos, corazón,
la piel y sus cicatrices,
y hueso, sangre y tendón.
Un buen poeta hace todo
para ser buen escultor
y golpea hasta que la piedra
palabra emana calor
y vibra y se ríe y llora,
y late al son de su pecho...
y entonces ya no hay más piedra
la palabra se ha hecho verso.
Daniel Adrián
Madeiro
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© Daniel Adrián Madeiro.
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